CARIBE
Lenguas criollas del Caribe latinoamericano
(Cuba, República Dominicana, Panamá y Colombia)
La creolofonía en América Latina es un fenómeno sociolingüístico que, a pesar de su diversidad y riqueza, sigue siendo poco conocido. Sin embargo, en estas otras islas del Caribe, donde la lengua oficial es el español, se hablan varios tipos de criollo, como el haitiano, el inglés, el martiniqués y el guadalupeño, así como el criollo pardo, el palenquero.
El español se está criollizando y los criollos tienden a hispanizarse. Al igual que el spanglish, el fragnol o el portugnol, ¿podría esta fertilización lingüística cruzada marcar la aparición de una nueva lengua: el kreygnol?
Las lenguas criollas nacieron de las continuas migraciones voluntarias y, sobre todo, forzosas que confluyeron en el Caribe durante la época colonial. Son lenguas compuestas”, dice el filósofo Édouard Glissant, “resultado del contacto entre elementos lingüísticos absolutamente heterogéneos: portugués, francés, inglés, indio, chino y, sobre todo, africano. En este sentido, las poblaciones africanas anteriormente esclavizadas fueron las creadoras de la lengua, y sus descendientes son ahora sus principales hablantes.
Gracias al giro multicultural que han experimentado la mayoría de los estados del continente, alrededor del 30% de los latinoamericanos se autodefinen ahora como afrodescendientes. Entre ellos están los criollohablantes, que reivindican con fuerza su identidad caribeña y las lenguas criollas. Entre ellos se encuentran Cuba, la República Dominicana, Panamá y Colombia.
El criollo haitiano en Cuba y la República Dominicana
Las raíces del criollo en Cuba y la República Dominicana se deben principalmente a la migración intracaribeña del pueblo haitiano. Los haitianos han estado presentes en Cuba durante tanto tiempo que numerosos estudios han demostrado la contribución fundamental de la cultura criolla a la formación de la identidad nacional cubana. Tras las revueltas relacionadas con la Guerra de Independencia de Haití (1791-1804), muchos haitianos esclavizados y libres se asentaron en el sureste de Cuba, en la provincia de Guantanamera.
Una región que posteriormente se vería continuamente regada por nuevas oleadas de emigrantes provocadas por las crisis civiles, económicas y medioambientales que sufrió Haití durante el siglo XX y que continúan hasta nuestros días.
Así, a lo largo de varios siglos, los haitianos trajeron consigo sus costumbres y tradiciones: música, religión, filosofía, gastronomía y, en particular, su lengua materna.
Hablado por más de 300.000 personas de origen o ascendencia haitiana, el criollo es la segunda lengua oficial de Cuba, donde el 28 de octubre de cada año se celebra el “Día Internacional del Criollo”. Una cosa es cierta, hoy cada vez más cubanos la aprenden o la comprenden espontáneamente. Aún más interesante es la creación del “patois cubano”, una mezcla de un criollo derivado del español, las lenguas africanas y el criollo haitiano, en el que sorprendentemente abundan las palabras africanas, españolas y francesas.
Un fenómeno similar, pero mucho más enfrentado, tiene lugar en la República Dominicana, donde la identidad nacional eurocéntrica se ha construido históricamente sobre la oposición radical a sus vecinos.
Este sentimiento antihaitiano tiene sus raíces en la anexión por Haití de la República Dominicana entre 1822 y 1844, un plan frustrado para unificar “La Española”. A pesar de la considerable resistencia de los isleños hispanohablantes, en 22 años de dominación, la cultura haitiana, tanto francófona como criolla, ha dejado huellas culturales y lingüísticas que sólo se han visto reforzadas por el flujo constante de emigrantes haitianos. Al igual que en Cuba, el criollo es la segunda lengua más hablada en la República Dominicana.
Se oye sobre todo en la zona fronteriza conocida como la Raya, donde, a pesar de los constantes conflictos intracomunitarios, las relaciones amorosas mixtas y la demanda local de mano de obra barata haitiana han favorecido la aparición de un “kreygnol dominicano”.
Criollo antillano en Panamá
La provincia de Colón, en Panamá, alberga una rica cultura criolla importada por pueblos afrocaribeños de habla inglesa y francesa. Entre 1851 y 1920, muchos barbadenses, trinitenses y sobre todo jamaicanos llegaron a esta región, junto con familias enteras de Martinica y Guadalupe, para trabajar en la ardua construcción del ferrocarril interoceánico y luego del Canal de Panamá. Aunque la atención se centra más en la mano de obra masculina negra, las mujeres inmigrantes que llegaron a Panamá sin contrato también realizan un trabajo notable.
Como ilustra el fresco pintado por el artista Martanoemi Noriega en el Museo Afrocaribeño, las mujeres antillanas, las grandes olvidadas de la historia oficial de Panamá, fueron auténticas empresarias.
Trabajaban duro vendiendo frutas y verduras, alimentos criollos y tareas domésticas, creando una importante sinergia económica que les garantizaba cierto grado de independencia. Aunque las condiciones de vida eran precarias y a menudo fatales para estos emigrantes antillanos, Colón es uno de los pocos lugares del Caribe latinoamericano donde convergieron simultáneamente varias culturas criollas.
En la actualidad, alberga la mayor población negra del país, formada por afrocoloniales, es decir, la población afropanameña nacida de la trata transatlántica de esclavos, una considerable población antillana anglófona y una comunidad martinicana y guadalupeña más pequeña y profundamente apegada a sus raíces criollas. Este espacio original, donde convergen el español, el inglés, el francés, el criollo francés y, en particular, el inglés, conocido como “criollo panameño”, es único en su género. Las habilidades lingüísticas de los afrocaribeños de Colón, que pasan de una lengua a otra con gran facilidad, son notables y desconcertantes.
Los Criollos del Caribe Colombiano
A pesar del colonialismo lingüístico del español, en el Caribe insular y continental de Colombia se hablan dos lenguas criollas. En el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, frente a Nicaragua, las poblaciones afrocolombianas, conocidas como raizales, hablan un criollo con una base léxica inglesa muy similar a los criollos de Panamá, Nicaragua y Costa Rica. Enfrentados a un vaivén entre la colonización inglesa y la española, los raizales han reivindicado históricamente la importancia de salvaguardar su lengua materna. Esta resistencia ancestral ha prevalecido en este pequeño archipiélago olvidado del Caribe. Desde la década de 1990, el criollo sanandresano es lengua oficial junto con el español, siendo el inglés la tercera lengua de esta población trilingüe.
También en Colombia, a una hora de Cartagena de Indias, el palenquero de San Basilio de Palenque es la única lengua criolla de base española de América.
También incluye palabras del portugués y de las lenguas kongo y kimbundu habladas por los pueblos bantúes de África Central, lo que acerca el palenquero al papiamento de las Antillas Holandesas y al criollo surinamés, el sranan. El relativo aislamiento de esta comunidad ha permitido la conservación de la lengua palenquera, que ha cambiado poco respecto a la hablada por los cimarrones del siglo XVI.
Al igual que en las Antillas francesas e inglesas, la cultura criolla está latente en el Caribe latinoamericano.
En la compleja historia de la región del Caribe, donde tomaron forma los diversos proyectos coloniales europeos, esta cultura criolla difumina la aparente división entre las naciones caribeñas francófonas, anglófonas e hispanohablantes, mostrándonos en cambio una unidad cultural compartida por sus habitantes.
Además de la música, la gastronomía, la espiritualidad y las fiestas populares como los carnavales, la salvaguarda de las lenguas criollas es sin duda una de las piedras angulares de la identidad caribeña.
Sara Candela