El Jardin d’Eau de Goyave resonó de emoción el lunes 27 de octubre cuando se rindió homenaje a Hector Poullet. A través de la 14ᵉ edición del concepto On ti zyédou, el Departamento de Guadalupe rindió homenaje a la trayectoria de un hombre que dedicó su vida a la lengua criolla y a la juventud de Guadalupe. Autor del primer diccionario criollo-francés, publicado en 1984, sigue siendo una figura clave del patrimonio lingüístico del Caribe.
Un profesor movido por el amor a su país
Nacido en Anse-Bertrand, Hector Poullet ha vivido durante mucho tiempo entre dos mundos: el de la ciencia, que estudió en la Francia continental, y el de la cultura guadalupeña, al que regresó al volver a casa. Su apego a la lengua criolla nace de una simple convicción: un pueblo que habla su lengua se eleva con ella.
Como profesor de matemáticas, se dio cuenta muy pronto de que el éxito de los alumnos dependía también del reconocimiento de su identidad lingüística. En este contexto, se asoció con Sylviane Telchid, una colega del instituto Capesterre-Belle-Eau. Juntos empezaron a enseñar criollo a jóvenes con dificultades en su tiempo libre, mucho antes de que la lengua fuera reconocida por el sistema educativo francés.
El diccionario de 1984, un punto de inflexión decisivo
Cuando en 1984 apareció el primer diccionario criollo-francés, del que eran coautores Hector Poullet y Sylviane Telchid, supuso una revolución cultural. Por primera vez, el criollo guadalupeño disponía de una herramienta académica sólida, que allanaba el camino para su enseñanza y reconocimiento institucional.
Este diccionario, que se ha convertido en una referencia, ha dado al criollo la legitimidad de una lengua codificada, transmitida y estudiada. La iniciativa de Hector Poullet inspiró a otros investigadores y profesores para continuar este proceso de normalización lingüística. Hoy en día, su obra se cita en los programas escolares y en numerosos trabajos sobre la cultura criolla.
Amor, valor y transmisión
El homenaje rendido a Hector Poullet fue un recordatorio de los valores que guiaron toda su obra. Ante todo, su amor por Guadalupe y su juventud. Su regreso “a casa” tras sus estudios no fue un simple retorno geográfico, sino un profundo compromiso con su pueblo.
Luego está el valor. En los años 70 y 80, hablar criollo en la escuela seguía siendo una cuestión controvertida. Con perseverancia, defendió esta lengua que algunos querían silenciar. Gracias a su trabajo y al de sus colegas, el criollo ha encontrado su lugar en las aulas, y ahora es una opción reconocida al mismo nivel que el latín o el alemán.
Nunca ha dejado de compartir sus conocimientos: diccionarios, cuentos, glosarios, traducciones de obras clásicas… Su enfoque siempre ha combinado el rigor científico con la fidelidad a la cultura popular.
Una lengua, una tierra, una identidad
El homenaje del Jardin d’Eau no se limitó a las palabras. A través de la música, el vídeo y los relatos personales, la velada reveló otras facetas de Hector Poullet: el agricultor, el jardinero, el hombre apegado a la tierra. En su jardín tradicional, cultivaba café, vainilla y plantas medicinales, continuando a su manera el legado de sus mayores.
Este enraizamiento en la naturaleza refleja su visión del mundo: la lengua no está aislada del resto, crece en un suelo formado por gestos, conocimientos y memoria. A través de sus relatos y escritos, Hector Poullet ha devuelto a la cultura guadalupeña sus palabras y sus raíces.
El criollo, de la prohibición al reconocimiento
El viaje de Hector Poullet simboliza el lento ascenso del criollo desde el estatus de lengua marginal al de lengua patrimonial. No ha sido un camino fácil: ha necesitado convencer, demostrar y argumentar. Pero gracias al trabajo duro, las publicaciones y el diálogo, ha hecho cambiar de opinión a la gente.
Hoy, el criollo se enseña, se escribe, se canta y se estudia. Cada palabra y cada expresión que se han rehabilitado llevan la huella de la lucha librada por Hector Poullet y sus compañeros. Su diccionario de 1984 no era sólo una herramienta lingüística: era un acto político, una afirmación de dignidad.
Un recuerdo para transmitir
En la ceremonia, profesores, artistas y alumnos rindieron homenaje tanto al hombre como al maestro. Lecturas, canciones y testimonios recordaron la importancia de su labor en la educación de generaciones enteras. Para muchos, l fue el primero en hacerles comprender que el criollo no es una lengua del pasado, sino un espacio de creación y de pensamiento.
Este homenaje, apoyado por el Conseil départemental, es también un recordatorio de nuestra responsabilidad colectiva de mantener viva la lengua más allá de los homenajes, en la vida cotidiana, en las escuelas y en los medios de comunicación.
Un legado vivo
El legado de Hector Poullet va más allá del ámbito académico. Encarna la conciencia de un pueblo que ha recuperado su voz. Su obra, que comenzó hace más de cuarenta años, sigue inspirando a escritores, profesores y músicos de todo el Caribe.
En cada palabra criolla pronunciada, en cada texto escrito, queda una parte de su obra. Con su visión humanista y su paciente compromiso, demostró que defender tu lengua también significa defender tu libertad.
El nombre de Hector Poullet permanecerá ligado al renacimiento del criollo en Guadalupe. Su diccionario de 1984, sus cursos pioneros y sus numerosas publicaciones son un legado vivo. El homenaje en el Jardin d’Eau no sólo rindió tributo a un hombre, sino que también sirvió para recordar que una lengua sólo existe a través de quienes la portan y la transmiten.
Gracias a él, Guadalupe habla ahora con más orgullo, más conciencia y, sobre todo, con sus propias palabras.